Verlas las canas de un
anciano, inspiran la tranquilidad de la sabiduría que la vida le ha brindado
por haber llegado a cierta edad y aún tener energías, para verse saludable y
continuar corriendo al son del trabajo,
con las manos extendidas para servir a los demás.
José Ignacio Burbano Chavez, con 61 años de edad,
se dedica a la labor de ‘Sobandero’,
quién aseguró que su “labor es ayudar a las personas que han tenido fracturas o
molestias en algún músculo, pero en esto lo que se necesita es fé, de eso vivo
de hacer masajes, es un don que Dios me dio, porque yo no tengo ningún título
de academia ni de la universidad; y lo más satisfactorio de este trabajo es el
agradecimiento de las personas cuando ya se han curado” (mientras afloraba
suavemente una sonrisa de su rostro).
José
Ignacio Burbano Chavez, un hombre emprendedor
a pesar de las adversidades en su
vida.
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Él, empezó en esta tarea
cuando tenía tan solo 12 años de edad, poco a poco ha ido diferenciando los
tipos de fracturas que se pueden presentar en una persona y también cuando es
cuestión de fríos mal habidos en una dolencia, así como cuando hay enfermedades
viejas y otras más recientes, y que todo se puede llegar a curar con varias
terapias y siguiendo al pie de la letra las indicaciones de cuidado que él formule al paciente.
Gracias al ambiente del
campo y sus afanes aprendió a realizar este oficio, “en las fincas es muy
tradicional esta costumbre, mi padre también Sobaba, y me lo inculcó, porque me
crié con él solamente debido a que mi madre falleció cuando yo estaba pequeño,
y entonces siempre sucedía que estábamos
cogiendo café cuando algún muchachito se caía de uno de los árboles, algunos no
faltaban con una mano o un pie fracturado, entonces ahí me tocaba sobarles y arreglar esos hueso
dañados, de estas forma nos colaborábamos entre todos para cuidar nuestra
salud”.
Pero con los años, José Ignacio Burbano Chavez, dejo atrás esa vida
de campesino para enfrentarse a los retos de la ciudad, donde empezó a trabajar la mecánica automotríz, trabajo
con el que le empezó a ir bien, y tiempo después decidió viajar al departamento
del Caquetá para hacer fortuna con este oficio y darle estabilidad económica a
su familia.
Al llegar a un pueblo
llamado Campo Alegre, nunca pensó que su vida le iba a cambiar para siempre,
para el año 2000 la guerrilla llegó a
ese lugar donde José Ignacio Burbano
Chaves, ya había consolidado un negocio de mecánica automotriz y había
construido su casa, además de combinar su tiempo libre con actividades forenses
en el pueblo ‘arreglando’ muertos, debido a que el conflicto armado estaba en
un nivel muy alto y era un sitio
restringido de la ciudad.
En esa época la guerrilla
empezó a reclutar menores de edad y también colaboradores para sus filas
armadas y como José Ignacio Burbano Chaves, sabía “arreglar
motores me querían obligar a que me fuera para un campamento, y no me quise ir, entonces me dijeron que me
daban tres días para que me fuera si no me mataban, saque solo la ropa y una
cajita de herramientas, me regresé con mi esposa a Popayán, al poco tiempo a
ella le dió un derrame y se murió, mi situación fue difícil, porque perdí a mi
ser querido y mis propiedades debido a que las bombardeó la guerrilla”.
Al llegar de nuevo a su
ciudad de origen, le tocó irse a vivir a un rancho en un asentamiento, llamado
Nueva Floraría cerca a la quebrada Pubús, “pero vivir ahí es duro porque hay
mucha violencia y delincuencia, allá va la policía y no puede hacer nada, a mí ya me han robado dos
bicicletas, matan a los jóvenes a plena luz del día, y a los niños los
descuidan mucho son las 11 de la noche y ellos están jugando maquinitas en la
calle, además por estar cerca a esa quebrada han surgido epidemias y
enfermedades que afectan a los niños”.
Ahora la única esperanza que
tiene José Ignacio Burbano Chavez, es
que el Gobierno Nacional, le regale una casa a través del programa de
desplazados, y algún día llegar a tener
un lugar digno para vivir, libre de tanta violencia, miseria y degradación
social y también le permitan hacerse operar de un problema cardíaco que tiene
en el corazón, dolencia que se le sale de las manos debido que sus masajes no pueden hacer efecto en
este caso y necesita obligatoriamente la
ayuda de un médico especialista en el tema.
Además de trabajar con los
masajes también se consiguió un puesto en la galería de las Palmas, donde
comercializa artículos de segunda como repuestos,
camas, jaulas, varillas, armarios, plateros, antigüedades, mesas y arregla
motores de moto sierras; esta galería no tiene un numero grande de visitantes, entonces
él decidió compartir su tiempo trabajando en las mañanas con la ventas y en la
tarde visitando sus pacientes para realizarles los masajes, de esta forma
consigue su sustento diario y sobrelleva el peso de la soledad y las marcas tatuadas en su alma por la violencia.
El oficio de Sobandero, es una de sus principales fuentes de ingreso
económico.
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